Ucrania, un problema que nos debe atañer a todos

Ucrania, un problema que nos debe atañer a todos
Este reciente fin de semana fue uno de guerra y sangre para Ucrania. Así,


mientras la cultura occidental católica pasaba un sábado de recogimiento y paz, 


al otro lado del mundo se oían (y sentían) las ráfagas de los tanques rusos. El 


ejército ruso vuelve a enseñorearse en el territorio ucraniano. Su nuevo objeto 


de ataque y dominio es la ciudad de Bajmut, la cual según sus propios medios 


oficiales controla ya en un 75 por ciento. Se vanaglorian desde el Kremlin en su 


cuenta de Telegram de un clásico ‘veni, vidi, vici’. El término ‘enseñorearse’ es 


correcto pues debemos ser sinceros, en lo que va de la guerra, más de 411 días, 


es Rusia y su ejército soviético los que han realizado más ataques, logrado más 


victorias y hecho más presencia. Naturalmente esto porque cuentan con mejor 


equipamiento y un número superior de soldados activos. Sin embargo, es 


precisamente por ello que también han cometido mayor cantidad de violaciones 


a los derechos humanos y civiles de la población ucraniana no armada. Parece 


increíble como se toma la sociedad occidental de una manera tan fresca y 


relajada las denuncias de Ucrania de las transgresiones perpetradas por las 


milicias rusas, no ya a otros soldados, sino a niños y mujeres inocentes. Y es que 


Putin juega sucio. No es un combatiente limpio y honorable, sino que sigue al pie 


de la letra el palurdo proverbio de “en la guerra y el amor todo vale”. Se 


encuentra latente y patente la orden de aprensión emitida por la Corte Penal 


Internacional contra él por delitos de lesa humanidad, lo cual evidencia y es el 


grado máximo de satrapía y aún de esta forma nadie puede o quiere ver que 


estamos delante de una figura del estilo de Hitler o Mussolini. Si es que no se 


perfila para superarles por lo sensible y grotesco de sus disposiciones. Hasta la 


fecha han sido capturados 19,500 niños ucranianos por parte de militares rusos, 


secuestrados y llevados lejos de sus familias, bajo ningún motivo legítimo de 


acuerdo a reportes del gobierno ucraniano. Fue hasta hace unos días que se 


repatriaron apenas 31 de dichos infantes y todo gracias a la ONG ‘Save Ukraine’. 


La cantidad de niños ucranianos vulnerados en sus derechos esenciales es 


llanamente abrumadora. Incluso la misma UNICEF lanzó desde hace un año una 


alerta oficial sobre la terrible exposición de los menores de la Guerra de Ucrania


pues son los más susceptibles para sufrir ultrajes sexuales o caer víctimas de la 


trata de blancas por los disturbios que crean los éxodos masivos los cuales 


aprovechan las bandas criminales fronterizas. Resaltemos que se está llevando 


al límite a estos niños y que su situación bélica actual es peor que la que vivían 


los chicos judíos en su huida del Tercer Reich, ya que en aquel tiempo no existían 


grupos delictivos que traficaran con personas como sí ocurre actualmente, 


siendo Europa un mercado importante. Sumemos las exiguas condiciones de 


vida que tienen que tolerar para lograr salvarse en un hogar improvisado como 


son los refugios o asilos. Carencia de agua, comida, energía eléctrica, ropa y más 


recursos básicos, obligándoles a padecer una tortura que no pidieron ni 


causaron. Cierto es que la población en general ha de cargar con las decisiones 


buenas o malas de sus respectivos gobiernos por la “bendita” democracia, no 


obstante, eso no debe obliterar en nosotros, los espectadores, el mínimo de


sensibilidad humana como individuos conscientes y racionales, cuán mayor la 


sorpresa de la no acción en una era del cruelty free y me too, los movimientos 


feministas, ecologistas y más ‘istas’. Es pasmoso como para una sociedad 


moderna tan sensible con lo no políticamente correcto y proclive a “la 


cancelación” resulte digno obviar un acontecimiento tan infractor y que nos 


desvela que todavía el progreso humano decanta al salvajismo, muchas cosas 


aquí ya debieron estar canceladas desde hace mucho. Las autoridades 


ucranianas han hecho público que los ataques a sus ciudades son “a tierra 


quemada”, o sea, la más baja y cruel de las estrategias para el asalto de centros 


urbanos, pues se destruye todo lo que pueda servir al enemigo como son los 


caminos y carreteras, fuentes de abastecimiento de agua y alimento, etc. Bajmut, 


por ejemplo, sufre para surtirse de comida por tener las vías externas obstruidas 


por el ejército soviético. Quienes son más afectados es perennemente la 


población civil, se les reduce a animales y como tales deben comportarse, 


recordemos como el asedio a Madrid en la era franquista solo acució el 


documentado canibalismo. La película Waiting for the barbarians nos inspira a 


luchar y alzar la voz por las habitantes de las tierras ocupadas pues al contar con 


una nación debilitada se encuentran ellos a merced del invasor, quien 


justificándose mentalmente en proteger el bien común de los suyos reduce a los 


otros humanos en meras cosas que impiden su conquista y las pingües ganancias 


para la “felicidad” de su propia sociedad distante. Entonces es fácil convertirse 


en un real monstruo, que asesina y zahiere brutalmente al receptor de su misma 


esencia, transmutando en un deudor de su especie y criminal del sagrado 


Universo.

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TAGS: guerra, ucrania, rusia

EN: Sociedad