Homeopatas ymás

La homeopatía fue inventada en 1796 por Samuel Hahnemann, un masón de Sajonia. Hoy es la rama más popular de la llamada medicina alternativa en Alemania. Los practicantes les ofrecen a sus clientes pequeñas píldoras: los alemanes los llaman glóbulos. Técnicamente, estos practicantes no mienten. Pero traicionan a sus pacientes y a ellos mismos porque dependen de sustancias sin ninguna prueba plausible de ser mejor que un placebo. Ha habido docenas de estudios clínicos. Ninguno ha demostrado ningún beneficio clínico de la homeopatía.

¿Por qué entonces el atractivo de la homeopatía persiste tan obstinadamente en su país de origen? El resurgimiento de su atractivo en nuestra vida tiene mucho que ver con la contracultura de los años sesenta y setenta. Fuera de ese espíritu de época antiautoritario, la gente perdió la confianza en los expertos. Y eso incluyó médicos y científicos. Las mujeres sentían que los ginecólogos habían ganado demasiado poder durante todo su ciclo de vida, prescribiendo hormonas desde los 16 hasta los 90 años.

Los alemanes especialmente bien educados se sumergieron en un medio intelectual donde los impulsos democráticos para recuperar el control de la propia vida se mezclaron con interpretaciones esotéricas y místicas del mundo. Fuera de esta cultura creció lo que hoy se llama medicina alternativa o complementaria. La homeopatía fue una buena opción: una extraña teoría de hace 200 años que afirma que las sustancias que se han diluido hasta que no queda una sola molécula pueden tener poder terapéutico.

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