La evolución de la fotografía en 40 años hasta llegar a Instagram

Eastman Kodak Company popularmente conocida como Kodak es una compañía que lleva más de 129 años proporcionándonos todo tipo de diseño, producción y comercialización de equipamiento fotográfico. Hemos pasado de las fotografías en papel a las diapositivas y de éstas a los álbumes digitales en apenas un lustro.
Basado en dicho equipamiento se publicó un libro “La fotografía como documento social” de Gustavo Gili que en los tiempos que corren nos impacta por su acierto en cuanto a cómo la evolución tecnológica ha puesto a nuestra disposición una herramienta para reproducir fiel e imparcialmente la vida social. Es justo lo que hoy conocemos como Instagram, una red social principalmente de imagen y vídeo que retrata de un modo vertiginoso nuestra vida y aventuras para mostrársela al mundo dejando de ser privada.
Si analizamos este curioso libro encontraremos que ya aventuraba hace 40 años el futuro con una precisión que da vértigo.
Fotografía sin fotógrafos
Apenas existe una profesión hoy en día que no requiera de una cámara, ya no hablamos de un Smartphone. Consumimos de forma diaria imágenes donde los autores las ceden a cambio de ridículas sumas, véase la última tendencia en empleos llamada microstok, donde las imágenes genéricas son las más buscadas y donde cualquiera puede mostrar sus fotos en cualquier momento a cualquiera.
El triunfo de George Eastman en 1888 cuando puso en las tiendas de fotografia la primera cámara Kodak impulsó la foto de aficionado, donde encuadrar, tirar de la cuerda y pulsar el botón de disparo era lo que se requería, mucho más complejo y artesano que darle al botón de tu cámara en el móvil.
Fotografía sin sentido
Hemos pasado de entregar premios a la mejor fotografía a valorar con miles de likes una foto posada, manipulada, photoshopeada y banal de la instagramer de moda con biquini y un ridículo flotador con forma de flamenco. La fotografía como arte ha pasado a un segundo plano en el que cualquiera con un teléfono móvil puede sacar una fotografía y documentarse a uno mismo mediante un selfie, pero ya no interesa ni lo extraño ni lo exótico.
Como bien indica Joan Fontcuberta “las imágenes son retocadas, mejoradas, modificadas y manipuladas. La credibilidad ha perdido, la creatividad ha ganado.
Fotografía sin intimidad
Dar una expresión de individualidad y a la vez hacer lo que todo el mundo hace es lo que los sociólogos y psicólogos de hoy en día más alarman. Una urgente necesidad del usuario de indicar qué come, cuándo lo come, dónde lo come, con quién lo come, etc. Sin privacidad ni respeto por lo ajeno, simplemente por enseñar y exteriorizar sentimientos nada profundos.
Sólo en Facebook se suben al día más de 250 millones de imágenes y solo se necesita conexión a internet para formar parte de la comunidad visual.
Fotografía sin originalidad
La tecnología avanza hasta proporcionarnos multitud de herramientas construidas con ayuda de la electrónica cada vez más avanzados y refinados, pero con el defecto de que un niño en pocos minutos sabe utilizarlos. Si técnicamente nadie puede fallar una foto es porque nuestra generación ha perdido originalidad. Tampoco podemos reclamar una foto como nuestra, ni si quiera una pose, una luz, un color. El gran paso de la revolución humanista del analógico a la digital reside en que todo es de todos nadie crea algo nuevo.
Fotografía sin memoria
Todos llevamos una cámara encima, todos sabemos hacer una fotografia, podemos hacer una foto de cualquier lugar y momento. Una imagen es una prueba irrefutable, en donde las imágenes circulan a una velocidad pasmosa y las producimos en cantidades industriales para satisfacer todos los gustos en todos los sectores. De esta forma se diluye la fotografía en la imagen superflua de quien mira pero en realidad no ve.
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AUTOR: ImpactoSEO
EN: Sociedad