El origen y los mitos de la obsolescencia programada

Es frecuente que los bienes de consumo tengan una vida útil relativamente corta, que te obliga a comprar nuevos para sustituirlos. Esto es bastante evidente en los equipos electrónicos, que pasan a ser obsoletos en un tiempo aproximado de dos años.
Igualmente, esto ocurre con electrodomésticos que suelen tener una duración media de 10 años y su reparación es mucho más costosa que adquirir uno nuevo. Otro sector donde es evidente la obsolescencia es en el de la moda, en el cual se promueve el cambio de look cada temporada aunque las prendas se encuentren en buen estado.
Todo esto alimenta a la sociedad de consumo, haciendo que las industrias produzcan más a fin de satisfacer la demanda de sus usuarios. Este fenómeno se conoce como obsolescencia programada y ha alimentado el sistema económico actual, aunque tiene un fuerte impacto en el medioambiente.
¿Qué es la obsolescencia programada? Origen y evolución
La obsolescencia programada es el conjunto de tecnologías que se aplican al fabricar sus productos a fin de reducir su vida útil. De esta forma, se estimula al consumidor a adquirir un nuevo producto en un tiempo relativamente corto.
Este concepto surge a principios del siglo XX con la revolución industrial y uno de sus primeros ejemplos fueron las bombillas de la época. Así, los fabricantes de bombillas solicitaron a sus ingenieros para reducir su vida útil de 1.500 a 1.000 horas.
Posteriormente, los economistas desarrollaron otras teorías como la obsolescencia percibida, que busca influir en la mente del consumidor. De esta forma se busca que sientan la necesidad de adquirir bienes nuevos aunque los que tienen aún sean funcionales.
Tipos de obsolescencia programada
Básicamente se han desarrollado dos tipos de obsolescencia programada, una que tiene que ver con el funcionamiento de los productos. La otra está asociada al uso de la publicidad para generar el deseo de adquirir nuevos bienes.
Obsolescencia objetiva
También conocida como obsolescencia técnica trabaja en diseñar las características físicas de un producto dado, a fin de que sea inservible en un tiempo programado. Esto puede ocurrir de varias formas:
Funcional: en este caso se fabrican los bienes con materiales de una baja calidad a fin de acortar su vida útil. Por otra parte, no se ofrece servicio técnico y las piezas de reemplazo no se fabrican o son tan costosas como el adquirir un producto nuevo.
Informática: tiene que ver con alteraciones del software o hardware de un equipo electrónico, a fin de hacerlo obsoleto en un tiempo dado. No se permiten actualizaciones y se estimula a adquirir las nuevas versiones.
Por notificación: se incluye un alerta en el producto a fin de advertir al usuario que ya ha cumplido su vida útil y que debería ser reemplazado.
Obsolescencia subjetiva
Es conocida también como psicológica o percibida, donde se estimula al consumidor a percibir que el bien ya es obsoleto o ha pasado de moda. En este caso, el producto sigue siendo funcional, pero se desea adquirir la nueva versión y así se alimenta a la sociedad de consumo.
Consecuencias y formas de revertir la obsolescencia programada
Uno de los principales problemas de los niveles de consumo de la sociedad actual es el impacto sobre el ambiente y el agotamiento de los recursos no renovables. Además, se producen más de 50 millones de toneladas al año de residuos electrónicos y la mayoría no se recicla.
Esto ha llevado a la creación de diversas ONGs que intentan revertir el uso de la obsolescencia programada y sus consecuencias. Como nos cuentan en ElConfidencialDigital, la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada (FENISS) otorga a sello ISSOP a empresas que producen productos libres de obsolescencia programada.
Asimismo, la Comisión Europea contempla un plan de economía circular en el cual se propone el diseño de productos con una mayor vida útil. Por otra parte, se espera que estos sean más sencillos de reciclar y así generar menor impacto en el medioambiente.
Mitos sobre la obsolescencia programada
Algunos expertos consideran que se han generado gran cantidad de mitos y percepciones falsas con relación a la obsolescencia programada. Se indica que la menor vida útil de muchos productos ha sido presionada principalmente por los consumidores, que prefieren productos más económicos y menos duraderos, que por los fabricantes.
Asimismo, se plantea que no es posible priorizar la longevidad a la tecnología, porque esta es cambiante y va mejorando la prestación de los productos. Así, las bombillas incandescentes de larga duración de principios del siglo XX, hoy están prohibidas en muchos lugares por su alto consumo de energía y nivel contaminante.
Además, se indica que los consumidores no están dispuestos a pagar el coste de productos con una mayor vida útil. Igualmente, que en muchos casos presionan para adquirir bienes más nuevos y con mejores diseños y tecnología.
La polémica sobre la obsolescencia programada sigue abierta, con sus defensores y detractores aunque es claro que debe manejarse por el impacto que causa sobre el planeta. Esto se refleja en la política de distintos entes internacionales como la Unión Europea, que trabajan cada vez más por intentar implementar una economía circular que sea mucho más sustentable.
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AUTOR: Aitor Soria